viernes, 25 de noviembre de 2011

Irredenta.

-Ay la vemos mija-
Antes de poderle responder, Julia cerró el portón y me dejó hecha un ovillo en medio de la sala y el frío. Revisé sus palabras. El -Ay- como si de verdad le doliera salir, y la verdad es que con éste clima quema huesos quién hubiera querido de verdad irse...
Agarré camino hacia Alcalde.
Unas cuadras antes de llegar me quedé a dar una vuelta por los pasillos del abuelo... los cuerpos soltaban una neblina espesa y cálida. En medio del refrigerador de techos bajos se encontraba un poco de refugio en el calor humano. La algarabía te ensordece, los olores que se mezclan y hacen berrinche dentro de tu nariz. El humo de los tacos de barbacoa se exagera y hace siluetas en el aire. Estornudas, te rascas la el rostro y afinas la mirada. Los rostros te sonríen, te reconocen y hacen preguntas genéricas al azar... y cuando menos lo esperas, ya lo estás volviendo a buscar.
Luego de que un día me pidió ver mi libro de Al filo del agua me desató la curiosidad. Un pequeño golpe violento, imaginario, que a veces olvido pero recuerdo cuando lo hago.  Su piel un caramelo, un color tan dulce que te duele el tan solo verlo... 
No está y me alegro. -Oye, qué tarada, ni su nombre sabes...-
Un día escribiré sobre él. Escribiré la historia de un pescador del color de la cajeta de Celaya y ojos negros con ríos intensos en su interior.
En uno de los pasillos de la zona de verduras hay una bandera gigante de México que algún día mi hermano fotografió para alguno de sus semestres. En una cremería se lee en un anuncio fosforescente "Prostituto de crema". Una mujer vende Corundas con chile. El maíz azul. Ancas de rana en hileras como pequeños cuerpecitos echados al sol. La infancia que se fue cuando la tienda de la infancia se fue. El pescador que no es pescador. ¿Cómo está tu mamá?, Me saludas a tu hermana, ¿No te quieres llevar algo?. 
La nostalgia, nomás. No me ponga bolsa.
No sé cuándo, pero algún día vendré con la Támara y me reinventaré...
Pero hoy no, los dedos se me congelan.

Larga vida a las Mariposas Mirabal.
Antes de que se me olvide.



miércoles, 26 de enero de 2011

¿De qué escribimos?

De las sombras, de los amaneceres, de los recuerdos que nuestro subconsciente comienza a borrar con el tiempo, y después nos hacen recobrar un poco de lo que algún día llegamos a ser y de lo que estamos destinados a no ser de nuevo. De aquellas personas que guardan en sus entrañas un ser oculto jamás espuesto a los ojos de sus compatriotas mortales, y aún más, de aquellos que tienen la ligereza de mostrarlo al mundo, que vean al hijo de sus noches carnales reir con unos dientes nacarados y turbios. Somos una lluvia ceniza, una lluvia que por las tardes planea deshacernos en su vaivén, y por las noches llegamos a sus pies convertidos en su anhelo más entrañable, en su capricho más insasiable.
Yo no malgasto el tiempo. El que viaja es mi reloj.

lunes, 3 de enero de 2011

Nomás déjame de llorar.

-¿Quién era Juan Serrano?-
No sé, pero de seguro que ya no está.

"-¿Qué no sabes niña? se fue pa'l otro lado-"
Pero en ese entonces nadie concebía la idea de que existiera otro lado. Sólo existía este, el de acá. Un lado demasiado triste y salino que hasta los pensamientos se corroían como las lanchas que ahora vagaban como caballos viejos por la rivera de lo que quedaba de aquellos tiempos prósperos sólo recordados por nuestro subconsciente.
Aquel que lo decía, lo decía más por moda que por saber su significado. hacía tres meses había llegado la compañía tabaquera a las afueras de lo que fuese que fuera el lugar en donde vivíamos. Su acento masticado y sus lentes tornasol cegaron nuestra alma. Sabíamos del lugar del que hablaban a pesar de nunca haber visto mapa alguno. Sus costumbres se hicieron las nuestras, nuestro vocabulario comenzó a engendrar palabras híbridas que nadie entendía, pero nos fascinaba el sonido que se producía al mezclarlas con las palabras que nuestros ancestros decidieron ponerle a las cosas, hace tanto tiempo que igual ignoramos su significado. Aunque al menos eran nuestras.
"-Dijo que iba por su mujer. Que se la había llevado la inundación y estaba seguro de que ahora andaba del otro lado-"
Después de un tiempo nuestros ojos comenzaron a acostumbrarse a sus ojos polarizados. Dejamos de distinguir los colores. Llenamos nuestros cuerpos y nuestras mentes de una basura publicitaria que no nos llenaba. Nuestras cabezas se vaciaron. Olvidamos el lenguaje de la tierra. Olvidamos la forma en la que el viento nos anunciaba buena pesca. Dejamos de percibir el color del cielo al anunciar un desembarque en el muelle, olvidamos el olor de las especias recién arribadas, el aceite que segregaban aquellos cuerpos extranjeros de pieles lustradas y gruesas. Olvidamos las almas impías, los ojos claros, los abrazos enérgicos, las sonrisas cálidas y tenues.
Luego, al olvidar todo creímos que jamás lo tuvimos. Entonces no olvidamos nada.
"-Pa' mi que se fue por andar de pirujo con la mujer de su patrón. ¿Después de tres años y apenas se le ocurre ir a buscar a la propia?...-"
Creímos que, como si fuéramos hierro, un día despertaríamos transmutados en ellos. Pero lo único que pasó fue que comenzamos a proyectar lo famélico que se encontraba nuestro interior. Nuestra piel comenzó a palidecer al grado de mimetizarnos con los corales que, al igual que nosotros, comenzaron a perder su pigmentación vagando irrefutablemente a morir. Justo igual que nosotros.
"-¡Ay mija! hora' sí que ya perdistes razón-"
"-La sal ya te está oxidando la cabeza muchacha. Mejor ponte a pensar en otra cosa, nomás te friegas la cabeza con recordar-"
Hasta el día que Juan Serrano agarró sus trapos y se largó. Todos aquí le avientan sus comentarios más hirientes de puritita envidia por que él hizo lo que ellos jamás se atreverían a hacer: Irse. Están seguros de que si ponen un pie afuera de aquí están perdidos. Como si ignorasen que con el hecho de quedarse en esta tierra corrupta ya están más que muertos.
Por eso en cuando escampe yo también me voy. Allá en donde el sol promete no ser opacado por los cerros del horizonte y el agua es de un cristal etéreo. Si me muero prefiero hacerlo con la poca integridad que me queda y que me han dejado estas gentes. Nomás que el cielo me deje de llorar y me voy. Lo juro.


-¿Quién era Adriana Serrano?-
No sé, pero de seguro que ya no está.
-¿Qué habrá sido de su padre?-
Quién sabe. Ya no se hablan de esas cosas por aquí.